Paz para con Dios Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Romanos 5:1 Las obras, y no solo las buenas obras de caridad, sino toda obra por cuya práctica queramos recibir algún don celestial, no son causa alguna...
Paz para con Dios
Paz para con Dios
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Romanos 5:1
Las obras, y no solo las buenas obras de caridad, sino toda obra por cuya práctica queramos recibir algún don celestial, no son causa alguna de salvación, sino que en el verdadero creyente son prueba de ella. Buenas obras son prueba de un corazón redimido que responde en gratitud ante tan grande salvación (habiendo sido perdonado de toda falta por la que no podía por sí mismo justificarse) a través de hechos que agraden a su Redentor. Ahora el corazón ama al que lo ha Amado.
La fe por tanto, antítesis de las obras, es el medio a través del cual el hombre es liberado de su condenación, sin precio alguno que por sí pueda pagar, sino que le hace acreedor de un bien mayor, del beneficio de la deuda cancelada por Aquel que es Juez y Justificador.
Por todo esto ¿No pregunta tu corazón como el mío (al verse nuevamente revolcado en el lodo sin oponer tanta resistencia) cómo puede un hombre tan pecador tener tal paz para con Dios? Y ¿Cómo gozarse en esa firme realidad si de mí, de ti, brotan cosas que nos hacen merecedores de castigo y no de consolación? La respuesta hace que Dios se vea tan Excelso… Su Gracia es mayor. Tal es Su Amor dijo alguna vez el pastor Paul Washer que puede Amar a los objetos de su Ira. Confiado en esto, es que puedo afirmar que sin importar cuan sucios estén mis ojos, cuan negro mi corazón y cuan apagada mi lámpara, su Gracia es firme para los que creen, y Él limpiará mis ojos, emblanquecerá mi corazón y encenderá mi lámpara por Amor de Sí mismo.
¿Por qué este Excelso Dios tiene tanta misericordia de mí? Entre muchas gloriosas razones, porque sin ella, yo no podría hacer nada, no podría ponerme en pie estando muerto en mis delitos y pecados. Él me dio vida. Otra gloriosa razón ¡Aún mayor! Por Amor de sí mismo. Basta leer Ezequiel 36 para verlo. Para muchos sonaría egoísta, y eso es porque estamos acostumbrados al ego humano, pero que Dios haga las cosas por Amor de Sí mismo, es un hermoso y firme consuelo para aquellos benefactores de Su Gracia. ¿Por qué? Porque no depende de ellos que Dios se apiade. Su Amor por Sí mismo (que es justo al contemplar sus perfecciones) jamás cesará, por tanto, su Amor por mí tampoco, a pesar de mí. ¡Juró el Señor y no se arrepentirá, Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec! (Salmos 110:4). Qué promesa para Cristo, y que firme consuelo para nosotros, que Dios no se arrepienta de sus designios.
Amado, el Amor de Dios por Su Gloria, por Su Hijo y por la Gloria de Su Hijo, le hace mostrar sus perfecciones en la redención del pecador. Tal belleza, pienso que trata de expresar la canción en el verso: Cuán Sabio y Soberano Dios Su gloria mostrará, cuando en Su trono el pecador se regocijará.
Tenemos paz hermano, una paz inmutable la cual el mundo no puede dar, ni aun recibir si no es por medio de Cristo. Su sacrificio en la cruz es la piedra angular de esta paz, la hace posible al tomar Jesús mi lugar y tu lugar. El Señor nos conceda, si aún no lo hemos hecho, venir a Él en arrepentimiento y fe. Y si ya estamos en Él, esforcémonos en confiar y disfrutar de sus dones. Así le agradecemos y glorificamos, honrando el alto precio pagado.
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