El que habita al abrigo del Altísimo
Salmo 91 : 1
Las bendiciones que se prometen aquí no son para todos los creyentes, solo para aquellos que viven en estrecha comunión con Dios. Todos los hijos de Dios miran en dirección al santuario interior y el propiciatorio, pero no todos moran en el lugar santísimo. Quizá acudan ocasionalmente y se gocen visitándolo, pero no residen de modo habitual en el entorno de la presencia misteriosa. Pero aquellos que en virtud a las riquezas de la gracia logran una comunión excepcional y continua con Dios, hasta permanecer en Cristo y Cristo en ellos, se convierten en receptores de beneficios extraordinarios, privilegio que se pierden aquellos que entristecen al Espíritu Santo siguiendo al Señor de lejos. En el lugar secreto solamente moran aquellos que conocen el amor de Dios en Cristo Jesús y para los cuales el vivir es
Cristo. Para ellos, el velo está partido, el propiciatorio es revelado, los querubines de la cubierta presentes, y ante sus ojos se hace manifiesta la gloria indescriptible del Altísimo. Estos, como Simeón, tienen sobre ellos el Espíritu Santo; y como Ana, no se apartan del templo; son los cortesanos del Gran Rey, los valientes que hacen guardia alrededor de la litera de Salomón, las almas puras que siguen al Cordero doquiera que va. Elegidos entre los elegidos, “igualan a los tres primeros” y caminarán con su Señor vestidos con vestiduras blancas, porque son dignos de ello. Están sentados en la cámara de la augusta presencia, donde resplandece la mística luz de la Shekhinah, pues han resucitado juntamente con Cristo y tienen derecho a sentarse con él en los lugares celestiales. De ellos se dice, en verdad, que su ciudadanía está en los cielos. Y esa gracia especial que les es otorgada conlleva una inmunidad singular, una situación privilegiada que a los adoradores que permanecen en el atrio exterior y adoran desde allí les pasa desapercibida, pues poco saben de las cosas que hay en el santuario interior, de lo contrario presionarían hasta lograr una posición más cercana y una mayor familiaridad con Dios.