El capítulo 7 de Mateo ha sido, por excelencia, el texto más usado por los defensores del «no juzguéis» para defender su punto. Ellos argumentarán que, al ser un mandato divino, es incorrecto que los creyentes se atrevan a juzgar ciertas situaciones o personas, siendo absolutamente impropio que estos eludan lo que el libro de Mateo señala. ¿Pero realmente el texto está prohibiendo los juicios? Veamos lo que señala dicha porción:
«No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano» (Mt. 7:1–5)
No hay duda alguna que hay un tipo de juicio en el texto que es abiertamente condenado por nuestro Señor Jesucristo, y ese es el juicio hipócrita, aquel que se realiza apuntando la paja del ojo ajeno sin advertir o reconocer la viga que existe en el propio (v. 3). Este juicio establece y exige un estándar superior, el cual ni siquiera nosotros estamos dispuestos a asumir y aplicar en nuestras vidas.
La escena es digna de un buen análisis, Jesús describe a un hombre que ve una paja o astilla en el ojo de su hermano, pero no es capaz de darse cuenta que hay una tremenda viga en el suyo. Probablemente, muchos de nosotros hemos tenido un objeto pequeño e irritante en nuestros ojos que nos ha provocado dificultades en la visibilidad, pero seguramente ninguno ha tenido una viga, lo que haría de nuestra capacidad de observar y ver lo que sucede a nuestro alrededor, algo francamente imposible.
El punto es claro y digno de ser reconocido ¿Cómo es posible tener la capacidad de ver una astilla en el otro, sin ver nuestra propia viga? ¿Cómo podríamos ofrecer una cirugía ocular minuciosa en el ojo de nuestro hermano estando nosotros con una necesidad evidente de cirugía mayor?
Es así como Jesús le dice al hombre que tiene una viga en su ojo, que la saque de sí, antes de intentar ayudar a su hermano. Este debe considerar su necesidad de corrección para poder así observar bien y ayudarle de buena manera: «Y entonces verás claramente para sacar la astilla o paja del ojo de tu hermano» (v. 5b). En este sentido nuestro Señor desea dejar claramente establecido que el juicio hipócrita está prohibido y se constituye en una imposibilidad para el creyente.
A lo largo de las Escrituras, se insta a los cristianos a juzgar entre la verdad y el error, lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo. Jesús dijo: «juzgad con juicio justo» (Jn. 7:24). Pablo escribió a los creyentes de Corinto: «Os hablo como a sabios; juzgad vosotros lo que digo» (1 Co. 10:15). Y claramente, Dios requiere que discriminemos correctamente cuando se trata de asuntos de sana doctrina. Señala: “Examinadlo todo y retened lo bueno” (1 Ts. 5:21).
El apóstol Pablo incluso elogió a los hermanos de Berea por juzgar justamente su enseñanza: «Ellos recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así» (Hch. 17:11). El apóstol Juan advirtió y exhortó a los cristianos: «Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus para ver si son de Dios, porque muchos falsos profetas han salido al mundo» (1 Juan 4:1).
Es evidente que todos los cristianos estamos llamados a juzgar con rectitud y con la Palabra de Dios como la balanza para discernir la verdad del error. Después de todo ¿Cómo pueden los cristianos contender ardientemente por la fe (Judas 3) a menos que hagan juicios sobre lo que «la fe» es?